Historias increíbles

Tigres y leones en pisos, pumas en chalets, linces, monos, serpientes...

Historias que ellos no pueden contar

Debemos hacer eco de sus historias; rescates, maltratos...

Historias que podrían haber sido la última

Cachorros, ancianos, con pedigree, inválidos... Da igual su raza y "valor".

Historias de rechazo

Muchos son abandonados cuando dejan de ser "útiles".

Historias de supervivencia

Historias que narran la lucha por sobrevivir al abandono.

22/9/15

Animales plastificados

Cuando uno piensa en tráfico ilegal de especies, se imagina a un grupo
de mercenarios, sucios y sudorosos, atrapando animales bajo a luna en alguna selva perdida del mundo. En realidad, esa es sólo una parte de la inmensa mafia que trafica con vidas de animales en todo el planeta. Pero, como siempre pasa, hay mucho más.

Supongo que, en mi caso, aspirar a que en mi vida haya dos días iguales entra más en el capítulo de las utopías que de la realidad. 
Aquella mañana del mes de agosto comenzaba como cualquier otra hasta que, sobre las nueve, recibía una llamada  de la Guardia Civil: 
─ Llevamos tiempo realizando una investigación y hoy, por fin, el juzgado nos autoriza a intervenir. Vente, que vamos a retirar a unos animales.
─ ¿Cuántos son? ¿Qué tipos o especies? ¿Son agresivos? 

Como esas, otras muchas preguntas quedaron sin respuestas. No lo sabían. 
La actuación estaba dentro de la operación Grecko contra el tráfico ilegal de especies. El Seprona había detectado  meses antes la venta por Internet de algunos animales salvajes y exóticos. El comercio de los mismos se realizaba sin control alguno sanitario y sin papeles ni documentos que acreditaran la legalidad de los mismos. Por otro lado, se había comprobado que muchos de ellos carecían de CITES, por lo que estábamos ante un posible caso de contrabando y tráfico ilegal de especies.

La verdad es que no había mucho tiempo para reflexiones. No tenía gran información al respecto pero sí sabía una cosa que, para mí, al menos, es esencial, operaciones como ésta son las que dan sentido y dimensión a todo el proyecto del Arca de Noé. Las autoridades podrán intentar aniquilarnos al retirar cualquier ayuda al centro, podrán poner cuantos impedimentos quieran pero, desgraciadamente, mientras el tráfico ilegal de especies siga campando a sus anchas por las webs y redes sociales dedicadas al comercio clandestino de animales, siempre tendrá que existir un centro de rescate, recuperación o, como quieran llamarlo, que pueda ayudar los mismos.
Mientras todos esos pensamientos se agolpaban en mi mente, otra parte de mí, mucho más práctica, estaba ya pensando en cuantos trasportines cabrían en el maletero del coche y si cogía unos guantes u otros. 
Antes de que me diera cuenta, ya iba yo camino de aquella vivienda desde la que los animales salían a diario con destino a toda España. La Guardia Civil me esperaba en una gasolinera y desde allí y tras ellos, fui hasta el lugar desde el que se vendían los animales.
Una especie de viejo garaje oscuro, convertido en casa y, absolutamente desordenado en su interior, era el lugar de destino. Dentro una pareja joven nos esperaba. 
Me sorprendió. Me parecieron personas más o menos normales. Entonces me di cuenta, una vez más de que la mayoría de delitos que se comenten con animales, nacen de la incultura e ignorancia de aquellos que creen que para vender un animal sólo es necesario que a uno le paguen por ellos… 
En fin. 

Y comenzó la inspección… Ver las condiciones de vida de aquellas personas y las condiciones de vida de aquellos animales podría los pelos de punta a cualquiera. Una cama, cuatro enseres y entre ellos, multitud de cajas de plástico agujereadas para que entrara el aire, en su interior, decenas de animales salvajes enclaustrados de por vida. ¡Terrible! Por favor, no compren animales salvajes ni exóticos, no se imaginan cómo los mantienen aquellos que trafican con ellos hasta que llegan a sus casas.
Pero, lo peor vino después, cuando empezamos a comprobar los animales que había y a separar aquellos que legalmente podíamos llevarnos de allí y aquellos que no. Para mí, ese siempre es uno de los momentos más duros y difíciles, porque la ley, con sus diferentes figuras de protección, establece una distancia insalvable entre aquellos a los que puedes ayudar y aquellos a los que no.
Y, así, empezó el recuento por parte del Seprona: 
─ La anaconda es CITES, está en peligro de extinción, nos  la llevamos. La falsa coral no podemos retirarla, la tiene legalmente. Los erizos africanos no puede tenerlos, nos llevamos a los, nada más y nada menos, diez que tiene. Las lechuzas albinas las tiene legalmente, no podemos hacer nada. Los halcones americanos nos los llevamos…

Empecé, poco a poco, a recoger aquellos animales  con todas las dificultades que ello entraña. Y, una vez cargados y cumplimentados todos los permisos y papeles reglamentarios, emprendí camino al Arca, no sin antes rogarles aquellas personas,  que me dejaran llevarme al resto, que me cedieran a esos otros animales que, legalmente, no podíamos llevarnos. No hubo forma. Una rotunda negativa fue toda su respuesta.
Así que, durante el camino de vuelta, me acompañó ese regusto amargo que deja saber que, sí, que has podido ayudar a algunos pero que, desgraciadamente, otros han quedado allí para siempre.
Pensando en todo ello, llegué al centro de rescate y acomodé a cada uno en su sitio, improvisando recintos nuevos y adaptando los disponibles para el nuevo uso.
Y ya ven, desde entonces han pasado varias semanas y aún sigo pensando en aquella casa a la que, por cierto, volví a las pocas horas de aquel rescate para intentar convencerles de nuevo para que me cedieran los animales pero, ya nadie me abrió la puerta. Me contaron los vecinos que los vieron marcharse de allí a toda prisa. 
Ahora se enfrentan a sanciones de más de cincuenta mil euros por contrabando de animales y tráfico ilegal de especies… Está bien pero, sinceramente, no me consuela porque sé que, allá donde estén, en su equipaje, llevan a decenas de animales encerrados en cajas, plastificados de por vida.


Raúl Mérida

Vídeo de la Operación Gecko


Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda. 
Más información en: www.fundacionraulmerida.es  o www.animalesarcadenoe.com

El último animal abandonado

El primer animal abandonado que vi fue un galgo. Los penúltimos, dos gatos: Lluvia y Solo. Entre ellos, cientos de perros, gatos, mapaches, monos... Sin embargo, siempre hay un último animal, en mi caso, más de cien pájaros medio asfixiados que transportaban en el interior de una caja esta misma semana.

Tan importante como la primera, es la última vez.
Tenía apenas diez años cuando un día de verano mi abuelo decidió realizar trabajos de limpieza en un terreno que tenía con frutales y huertos. Recuerdo perfectamente aquella mañana; 

Era verano. Las puertas de la finca, casi al amanecer, se abrieron de par en par y una cuadrilla de trabajadores entró dentro. Tras organizarse la faena, comenzaron a limpiar el campo. 
El caso es que, entre tanto trajín, entre tanto ir y venir, de pronto apareció por allí un perro. Era blanco y delgado. Nadie le acompañaba. Nadie sabía de él. Hambriento y medio desconfiado, hoy tengo claro que, aquel pobre y triste perro, fue el primero abandonado que veía en mi vida. 
El animal pasó el día entero con nosotros. Supongo que, para él, tener algo que comer aquel día fue una novedad pero, al caer la tarde, los trabajos finalizaron y lo perdí de vista. Me extrañó y comencé a buscarlo pero, entonces, escuché un frenazo y un golpe seco, cuyo ruido venía de una carretera que pasaba cerca de la casa. Salí fuera y, desde el muro, lo vi tumbado junto al arcén. Aún respiraba mientras, bajo su cuerpo, un charco de sangre empezaba a envolverlo. 
Llamé a mi abuelo llorando pero, ya era tarde, nada puedo hacer por él salvo enterrarlo.

En aquella época no existía en aquel pueblo perdido de Andalucía, ningún teléfono al que llamar, no existía servicio de recogida de animales abandonados al que avisar, no existía albergue ni refugio para animales abandonados alguno y, lo que es peor, a día de hoy creo que sigue sin existir.
Por eso, cuando últimamente escucho que en algunos municipios del norte de España empiezan a abogar porque no se recojan los animales abandonados de la calle y nos lo presentan como una alternativa en consonancia con nuestros tiempos, no puedo sino recordar a aquella España profunda que, ya ven, ahora sin comerlo ni beberlo, atendiendo a estas nuevas tendencias, se han situado en la vanguardia de la modernidad.

Fíjense, fue, nada y nada menos, que el 1 de julio de 1927 cuando el gobierno de España estableció la obligación de recoger animales abandonados en la vía pública, antes no había nada de nada. El primer servicio de recogida de animales abandonados se instauró, meses más tarde en Zaragoza y se trataba de un triste carro arrastrado por mulas, con jaulas para perros en su interior.
Creo, sinceramente, que desde entonces hasta ahora mucho se ha avanzado, por eso pienso que la cuestión no debe estar en la recogida de animales, sino en lo que motiva la misma, es decir, en el abandono. Eso es lo que realmente separa a España de Holanda, Francia o tantas otras naciones avanzadas donde no existen planteamientos de este tipo porque, simple y llanamente, no existe abandono de animales.
En esos países, por ejemplo, la esterilización, poderosísima arma contra el abandono, no es una opción sino una obligación ética hacia nuestro animal y hacia la sociedad como forma de evitar el nacimiento de animales para los que no existen dueños y, menos aún, buenos dueños para todos ellos.
Mientras  el abandono siga campando a sus anchas en España, me temo que muchos perros, gatos, animales exóticos y hasta tigres y leones, serán víctimas de él.

Les contaré sólo dos casos tan reales como el primero que les relataba al comienzo. A uno le han llamado “Lluvia”. Se lo encontró uno de esos ángeles que viven entre nosotros cuando iba camino de su trabajo. Se trata de un gato de apenas dos meses, casero a más no poder. Apareció en la calle el día de las fuertes lluvias. Asustado, empapado, temblando de frío y miedo… Fue recogido de la calle, rescatado de la muerte y hoy vive adoptado por aquella persona que se lo encontró.
El otro se llama “Solo”. Fue abandonado ciego en la calle. Con los ojos apagados por una infección galopante apareció en un rincón de un portal. Solo, completamente solo. No veía nada. ¿Se imaginan? Sólo escuchaba los pasos de la gente, el ajetreo de la calle y el ruido de los coches al pasar… Lo recogimos, lo operamos y lo curamos… Y así, hoy los dos tienen esperanza. 
Uno ya está en una casa y el otro lo estará dentro de poco. 

Sin embargo, la historia continúa. Supongo que  hubiera sido demasiado bonito, dentro de lo dramático de cada uno de esos casos, que “Lluvia” o “Solo” fueran mis últimos animales abandonados… Mientras escribo estas letras, me avisan de la aparición de una caja con cientos de pájaros medio asfixiados en su interior, todos víctimas del tráfico ilegal de especies. 
Y quizás, esto es realmente lo más duro… saber que, mientras no cambien las leyes y las conciencias, nunca habrá un último animal abandonado en nuestro país, siempre habrá alguno que llegará después. 


Raúl Mérida



Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda www.fundacionraulmerida.es  o www.animalesarcadenoe.com 
En la protectora de animales de Alicante a aquellos animales de compañía abandonados que necesitan un hoga:. www.protectoraanimalesalicante.org  




21/9/15

Verano animal

España, por desgracia, es una potencia europea en abandono y maltrato de animales pero, seguramente, este verano los españoles hayamos batido nuestro propio  record mundial y, desde luego, no es ningún orgullo. Todo lo contrario. Es una de nuestras mayores vergüenzas nacionales.

Verán… Mientras media España se iba de vacaciones y las playas se llenaban y los chiringuitos reventaban, mientras muchos conocían países lejanos y culturas de lo más exóticas, aquí, en España, seguíamos instalados en una de nuestras costumbres más arraigadas que tenemos, esa  que nos convierten, tristemente, en uno de los países que más animales abandonados produce por minuto…. ¿Que debiera estar acostumbrado ya? Quizás. Pero no lo estoy. Es más, espero, sinceramente, no estarlo nunca. 

Además hay cosas que, ni entiendo, ni quiero entender. Por ejemplo, ¿por qué este año han aparecido más que nunca camadas de perros y gatos en contenedores de basura? No digo en los alrededores de éstos, me refiero directamente en el interior de los mismos. ¿Qué tipo de personas, mejor dicho, qué tipo de miserables son capaces de arrojar entre bolsas, botellas vacías y basura, a unos cachorros de apenas unos días o incluso minutos de vida?  ¿No es bastante con abandonarlos? Está claro que la basura son ellos, personas muertas que quizás respiren, caminen y hasta hablen pero, desde luego, ¿sentir?, no sienten nada.
Nunca podré olvidar la expresión de tres pequeñas crías de gato que, con apenas unas horas de vida, fueron encontradas este verano en una simple papelera del centro. Hoy son animales adoptados, sí, pero, siempre que los recuerdo, pienso: ¿Cuántos como ellos morirán cada día sin que nunca nadie sepa que una vez existieron?
¿Y los perros? Todos los veranos la misma historia. El mejor amigo del hombre, cuando es  abandonado, se convierte en el mejor amigo del hambre. ¿Qué me dicen de los arcenes de las carreteras cuando se llena de ellos? Perros sin raza y con raza. Todos puro hueso de pura hambre. Famélicos y tristes, avergonzados por su mala suerte como si fuera culpa de ellos, intentado oler el camino de vuelta a casa.

Y no crean, este año la cosa fue a más. Sí,  el abandono no sólo  fue terrestre, también "aéreo". Las alturas comenzaron a llenarse de perros abandonados. Probablemente nunca nuestros bomberos realizaron tantas intervenciones en balcones de la ciudad. No, no se trataban de incendios ni fuegos. Fueron, nada más y nada menos, que perros a los que sus dueños dejaron encerrados en terrazas y nunca más volvieron. 
Recuerdo perfectamente una de las llamadas que recibí:
─ Se trata de dos perros abandonados en un quinto piso - me dijo -. Al principio nos extrañó a los vecinos. Nadie aparecía para darles de comer. Ellos comenzaron a ladrar y nosotros a alimentarlos como podíamos. Ha sido muy duro ver cómo pasaban los días y se iban consumiendo.
─ ¿Y  de dónde bebían? - le pregunté -. De los charcos que al tirarles el agua formamos sobre el suelo del balcón.
¡Imagínense! Como esa, muchas otras llamadas, y siempre la misma historia. Sólo variaba la calle y la  altura de la vivienda.

Pero, no crean, aún siendo malo todo lo anterior, no sé si fue peor cuando descubrimos que en algunas zonas de la ciudad empezaban a aparecer animales mutilados, con las patas partidas o ya muertos. Todos ellos fueron golpeados y apaleados. Nunca puedes llegar a imaginar que alguien puede ser capaz de algo así. 
Por eso digo que ha sido un verano duro, muy duro, repleto de rescates de animales a los que fuimos, después en nuestro centro, sacando  adelante uno a uno. Y no, eso tampoco ha sido fácil, nada fácil. 
Los animales abandonados llegan a los albergues deprimidos, tristes, enfermos…  Sólo gracias al personal y a los voluntarios y a las casas de acogida y el apoyo de otras asociaciones y a todos esos veterinarios que colaboran con su tiempo y su ciencia en curarles las heridas del cuerpo y del alma, conseguimos devolverles la esperanza e ir, poco a poco, encontrando familias para todos ellos. 
Y, por supuesto, no somos un caso aislado, como el nuestro muchos otros albergues y, ya hasta particulares, han luchado este verano y seguirán luchando desesperadamente por ofrecerles una oportunidad, difundiendo constantemente, buscando adoptantes, denunciando…  No hay trincheras, ni refugios para una guerra en la que, tristemente, siempre pierden los mismos, los animales.

Por eso me pregunto cada año al llegar esta fecha lo mismo; ¿Por qué? ¿Por qué cada año cientos de miles de animales son abandonados y maltratados en nuestro país? ¿Por qué hay personas capaces de cambiar unas semanas de vacaciones por el amor incondicional de su mejor amigo? ¿Por qué?...  Nunca lo entenderé.


Raúl Mérida




Nota: En el albergue de animales de Alicante, en el Camino Viejo de Elche, viven muchos animales abandonados esperando familias que decidan adoptarles y darles de nuevo una oportunidad. Mientras tanto la Protectora de Animales de Alicante cuida de todos ellos.