Historias increíbles

Tigres y leones en pisos, pumas en chalets, linces, monos, serpientes...

Historias que ellos no pueden contar

Debemos hacer eco de sus historias; rescates, maltratos...

Historias que podrían haber sido la última

Cachorros, ancianos, con pedigree, inválidos... Da igual su raza y "valor".

Historias de rechazo

Muchos son abandonados cuando dejan de ser "útiles".

Historias de supervivencia

Historias que narran la lucha por sobrevivir al abandono.

28/12/14

Querido diario (2014)

El año recorre tu vida depositando en cada mes una realidad, un hecho, una vivencia que lo marca para siempre y que conforma este diario dedicado a los animales.

No quiero ser enero. Se acabaron las ayudas. Dicen que no hay dinero. Supongo que, como siempre, no hay para lo que no quieren. Si es así,  mejor saberlo. Está claro,  ellos no quieren a los animales. Tampoco a las personas. Les da igual si un perro abandonado puede provocar un accidente o si un león o un tigre puedan causar algún daño. 
Un estado: Indignación

No quiero ser febrero. ¿Perros de caza o casa? De nuevo miles de perros usados para cazar han sido abandonados. Animales fieles, sumisos y obedientes reciben, en algunos casos, como premio a su entrega el abandono.
Un estado: Tristeza

No quiero ser marzo. Comienza la temporada taurina. Miles de toros morirán en las plazas de toda España para entretenimiento de algunas personas. No importa su dolor ni sufrimiento. Tampoco que un torero se juegue la vida para el divertimento del público. Sólo importa la taquilla. 
Un estado: Impotencia

No quiero ser abril. Contrabando de animales. Llegan por oleadas. Son monos, loros, tortugas, serpientes… Todos animales exóticos y todos víctimas del tráfico ilegal de especies. Los compran a precio de saldo en sus países de origen para venderlos a precios de rico en el nuestro. ¿Culpables? Los que los cazan, los que los traen y los que los compran. ¿Cómo parar uno de los tres negocios ilegales que más dinero mueven en el mundo? 
Un estado: Rabia

No quiero ser mayo. Captura de pájaros. El campo se llena de casetas ilegales para cazarlos. Animales libres y felices, dotados del don de poder volar,  pasan a vivir en pequeñas jaulas y a no volver a sentir sus alas cortando el viento ¿Cuándo entenderá el ser humano que hay cosas que sólo se poseen cuando no se tienen? 
Un estado: Enfado

No quiero ser junio. Abandono de verano. ¿Por qué siempre  es ahora cuando comienzan las calles a llenarse de animales abandonados? ¿Qué extraña maldición tiene este mes que  convierte a algunos perros, antaño queridos, en sacos de piel y hueso? Comprados, regalados o adoptados hace sólo unos meses, hoy caminan sin rumbo buscando algo que comer. 
Un estado: Desesperación

No quiero ser julio. Dos cachorros de león en Benidorm. La utilización de animales para hacerse fotos, pese a los daños irreparables que sufren por ello, es una cuestión que, a estas alturas, debería ya estar superada. Sin embargo, no lo está. Dos leones y un mono usados para ganar dinero con ellos fueron rescatados y reubicados en África. 
Un estado: Perplejidad

No quiero ser agosto. Un oso atado a una farola en Valencia. Que alguien use un oso para desfilar en una cabalgata supone un maltrato por parte del que lo hace y, una temeridad sin límite, por parte del que lo permite. Imagínense lo que pudo ser que el pobre animal estuviera atado a una farola, mientras el dueño se emborrachaba en un bar cercano… ¡Ver para creer! 
Un estado: Incredulidad

No quiero ser septiembre. Toro de la Vega. Las fiestas populares de este país llenan las calles de los  pueblos y ciudades de nuestro país de luz y de color. ¿Es necesario también llenarlas de sangre y sufrimiento? 
Un estado: Vergüenza

No quiero ser octubre. Aparecen decenas de caballos muertos de hambre. Caballos ayer usados para presumir y aparentar, algunos reconocidos participantes en series, películas y anuncios, puras sangres de estirpe y estampa, hoy mueren olvidados. 
Un estado: Decepcionado

No quiero ser noviembre. Los circos empiezan a instalarse cara a las navidades. Si fueran sin animales, ¡genial! Pero, no, la mayoría de ellos tienen que traer sus espectáculos con  tigres, leones, caballos, monos, cebras, cocodrilos, etc, etc… Animales que viven  encerrados en pequeños carromatos viajando de feria en feria. ¿Para cuándo la prohibición total? 
Un estado: Esperando una solución

No quiero ser diciembre. Muere el burrito de un belén viviente al subirse sobre el mismo una persona de 150 kilos… Y aún llamamos burro al pobre animal. El que se montó encima de él es el burro, con perdón de los burros, claro está… 
Un estado: Cabreado, muy cabreado.


¿Sabes, querido diario? No te lo tomes a mal pero, yo lo que de verdad quiero ser ya, es 2015. Sí, empezar de nuevo. No quiero ser futuro. Quiero ser presente, libre y limpio de pasado, y pensar que, durante el próximo año, todo lo bueno será posible. Sólo así,  conseguiré  que lo sea.


Raúl Mérida

21/12/14

La anti-historia de Navidad

 Si no lee este artículo, si no le interesa el tema, le pido que, por favor, no regale ningún animal estas navidades. Hará un favor al perro o gato elegido, a su familia, a sus amigos y al albergue o refugio en el que el animal probablemente acabe.


Y, no, no teman… Ni por un segundo piensen que este escrito va a ser el alegato anual, por otra parte típico en estas fechas, en contra de que se regalen animales. 
¿Para qué? ¿Acaso serviría de algo? Llevo muchas navidades publicando artículos y alzando mi voz  en contra de que se les considere regalos, ¿y qué he conseguido?
Las cifras de abandono son claras, todas reflejan que muchos de los animales regalados estas navidades acabarán, tras terminar éstas, abandonados en la basura  como si fueran juguetes rotos.

Fíjense que, dentro de la campaña que cada año en estas fechas ponemos en marcha para intentar paliar, en la medida de lo posible, lo inevitable, es decir, el abandono, organizamos unas charlas que damos en colegios e institutos y en las que explicamos la necesidad de ser responsable y de no adoptar o comprar animales sin pensar si, realmente, podemos tenerlos… Y no me refiero a si hoy o mañana podemos, hablo de seguir con él dentro de un año, cinco o diez.
Pues bien, cuando acabamos la explicación a esos niños que nos miran convencidos, al menos aparentemente, de todo lo que les hemos contado  y, cuando el aula se inunda de manos alzadas deseosa de preguntar o compartir alguna idea, siempre hay dos cuestiones que me plantean y que, lo reconozco, me anulan. 
Por un lado, las preguntas o comentarios de aquellos que reconocen abiertamente que sus padres o abuelos abandonaron a un animal. He llegado a la conclusión que, si hablas con alguien sobre el tema, enseguida te encuentras con que algún familiar abandonó a un perro a un gato. No hace falta más. Al fin y al cabo, no puede ser de otra manera si atendemos a las altas cifras de abandono en nuestro país.
Por otro lado, la otra cuestión que se repite entre todos aquellos que desean preguntar, es si tenemos perros o gatos para adoptar y, si es posible que, si no les gustan una vez en casa, puedan volver al albergue a dejarlo y cambiarlo por otro… En fin, sin comentarios.

Así que, llegado a este punto, uno podría pensar que, bueno, es posible que las charlas no sean todo lo efectivas que uno le gustaría pero, al menos, nos quedan los medios de comunicación. ¡Craso error! El abandonador "tipo" siempre pensará al leer un artículo como éste, suponiendo que lo lea, que él nunca lo haría, que eso es cosa de otros. Esto es algo sorprendente. Lo he visto miles de veces reflejado en el albergue. Hay personas  que llegan y, mientras se deshacen de su perro, comentan a voz alzada: 
 ¿Todos esos perros de las jaulas son abandonados? ¡Qué poca vergüenza tiene la gente!
Supongo que, en ese momento, no se dan cuenta de lo que ellos mismos están haciendo… Esa facultad que tienen algunos humanos para ser benevolentes con sus propios actos, nunca dejará de sorprenderme. 
Pero, siguiendo con el tema, de nuevo me surge la pregunta: ¿qué hacer, entonces, para evitar que muchos de los animales regalados estos días acaben en la calle? ¿Quizás recurrir a la policía?
Podría ser…  Al fin y al cabo, no debemos olvidar que abandonar un animal está tipificado en el código penal. Eso es así. Pero, claro, por otro lado, si cada año se abandona una cifra cercana al medio millón de animales de compañía es fácil imaginarse que no hay policía suficiente en España como para conseguir contrarrestar una lacra de ese tipo... Así que, lo siento, tampoco parece ésta la solución definitiva.

De todas formas y, por ser positivo, es cierto que, quizás, por separado ninguna de estas opciones que he citado consiga solucionar totalmente el problema pero, todas ayudan.
Por eso, si me lo permiten, me gustaría compartir con ustedes una historia real que ocurrió el 15 de enero del 2014. Quizás también ayude.
Verán, aquel día me llamaron por teléfono.  Era un policía que reclamaba nuestro servicio. Un cachorro yacía atropellado en el arcén de una carretera. 
Cuando llegamos el animal ya estaba muerto. El perro llevaba colgado un collar con su nombre. Nunca lo olvidaré. Se llamaba Noel.
No tengo más datos pero, la historia de lo que debió suceder días antes, la podemos imaginar juntos, ¿no creen?.
Supongo que Noel sería un regalo de estas fechas. Un pequeño cachorro, una bolita de pelo rizado tras el escaparate de una tienda. Un impulso. Un solo pensamiento: ¡Lo quiero! Y el cachorro llegó a casa.
Pero días más tarde… ¡Horror! El perro hace caca. ¡Horror! El perro hace pis. ¡Horror! El perro se sube al sofá, se come la planta del salón, juega con la zapatilla... 
Y días más tarde debió ser abandonado. El resto es tan duro como sencillo. Me imagino que fue el parachoques de algún  coche el que  acabó con su vida ¡Pobre animal!

Lo peor aún es que, como él, son miles cada año. Perros y gatos que llegan a los hogares de España en estas fechas convertidos en regalos… 
Ojalá, todos encuentren dueños que, también, sean un regalo para ellos.



Raúl Mérida

14/12/14

El rey de la discoteca


¿Aceptamos león como animal de compañía? 
¿Y cómo guarda de discoteca? 
¿Quizás  cómo camarero, pinchadiscos o, simplemente, gogó...?
Todas esas preguntas parecen  absurdas, ¿verdad? Pues no lo son. 
Desde que recogimos a un león atado a  la barandilla de una conocida discoteca valenciana, me las hago todos los días.

Habíamos recibido el aviso dos días antes. 
Evidentemente, por su fuerza y peligrosidad, recoger un león no es como rescatar un perro o un gato, conlleva su logística. Sin embargo, hay casos como éste en el que lo mejor es acudir cuanto antes porque, a menudo, si no lo haces, cuando llegas el animal ya ha desaparecido.
Lo he visto cientos de veces… Se abre un expediente por contrabando o maltrato hacia unos animales -unas veces son caballos, otras loros, guacamayos o incluso tortugas, da igual la especie- y, finalmente, semanas después, se da la orden de retirada de esos animales pero, entonces, cuando llegas, ¡oh, sorpresa! Ya no están y, lo que es peor, nadie sabe donde están.
Así que, cuando recibimos aviso para el rescate de aquel león, no lo pensamos. Cargamos una jaula y, sin más, arrancamos la furgoneta con destino a la discoteca.

Cuando llegamos, salvo por un coche del Seprona que nos esperaba fuera, nada nos hubiera alertado acerca de lo que íbamos a ver. A las diez de la mañana no había un alma en el establecimiento. Recuerdo perfectamente el aparcamiento desierto. La entrada de la discoteca. La barra de bar vacía en la terraza de verano…  Sólo nosotros, la Guardia Civil y el guarda de la "disco" que nos indicó hacia donde debíamos dirigirnos.
Junto a la barra, pegado a la misma, había una especie de corto pasillo que, a modo de almacén, acumulaba decenas de cajas con botellines vacíos de cervezas y refrescos.
Entonces vi su cola. Quedé paralizado. 
 No es posible - pensé. 
Pero,  tras las cajas, atado con medio metro escaso de cadena, estaba el león. Sí, allí había un león.
Lo miré. Me miró… y me di cuenta enseguida.  Yo podía verle pero, él a mí no.
Sus ojos estaban rojos, casi hirviendo, parecían estar quemados. Sus pupilas estaban enterradas tras los párpados. Sus ojos estaban hundidos, parecían rotos.
─ Está ciego - me dijo el guarda. 
¿Ciego? - Le respondí.
─ Sí, poco a poco ha ido perdiendo la vista.
No pude contenerme y, lleno de rabia, le pregunté lo evidente.
¿Lo usaron para hacer fotos, ¿verdad? ¡Malnacidos!
No me contestó. Bajó su mirada. No hacía falta que me dijera nada.  Habían machacado a aquel pobre animal bajo los flashes de las cámaras.
Volví mi mirada hacia él y le llamé. 
─ ¡Eh, amigo! - No se inmutó. ¡Qué extraño!
Entonces, caí en la cuenta… Aquel león nacido para ser rey de la selva,  capaz de ver y oír más de un millón de veces que cualquiera de nosotros, había quedado ciego por las fotos, sí, pero, también, sordo para siempre. El sonido de la música en la discoteca, había perforado sus oídos hasta dejarlos completamente inútiles. 
¡Pobre animal! Marcado para siempre por el hombre. 
Al parecer, según pudimos saber más tarde, había sido comprado por el dueño de la discoteca. Nunca se aclaró a quién, ni cómo, ni  por qué… Al fin y al cabo, no existía documento alguno del mismo.

Víctima del maltrato, del tráfico ilegal de especies e, incluso, del abandono… Aquel león había conocido la parte más inhumana del ser humano.
En fin… Finalmente lo retiramos de allí como si fuera un pequeño perrito, tirando de la cadena que envolvía su cuello. Lo metimos en un trasportín y nos fuimos intentando olvidar lo que habíamos visto.
Afortunadamente, el animal se recuperó. Quedó ciego y sordo para siempre, sí, pero, cogió su peso, su brillo, su ánimo  y volvió a tener su carácter de león que, al fin y al cabo, es el que le corresponde por derecho y nacimiento. Ahora su guía es su olfato y, qué quieren que les diga,  creo que, dentro de todas sus limitaciones, hemos podido devolverle el "bienestar animal" que un día perdió o, lo que es lo mismo, eso que los humanos llamamos "felicidad".

Solo, como así bautizamos a aquel pobre léon, vive actualmente junto a otros leones, pumas, tigres, monos y otros muchos animales en el Santuario de Animales Salvajes Arca de Noé, situado en la Finca El Roal, Ptda. Almaixada, en Tángel, Alicante. 
Más información en www.fundacionraulmerida.es o www.animalesarcadenoe.com


Raúl Mérida

7/12/14

El primer animal abandonado de la Historia

Evidentemente, no fue nuestro "Fede", el primero en correr tan mala suerte pero sí alguno de sus antepasados. Hoy en día se cree que fueron los antiguos legionarios romanos los que, durante la época del imperio, los trajeron de sus conquistas en África como animales de compañía. Posteriormente los abandonarían, por eso, actualmente, el puerco espín africano vive en libertad tanto en África como en Italia.

"Fede" no es sino un puerco espín al que, sus ex dueños, bautizaron con tan sonoro nombre. Al parecer, le pusieron "Federico"  en honor a un pariente cercano que tenía extensa fama en eso de  meterse con los demás y estar siempre pinchando a diestro y siniestro.
Así que, ya sabemos la razón de su nombre, lo que sí es más difícil imaginarse es cómo pudo ocurrírseles comprar como mascota a tan extraño animal de compañía. Se lo pregunté a ellos directamente  cuando, en su lujoso chalet, les conocí. Cada uno tenía una respuesta distinta… 
– Lo vi en la tele y me gustó. Quedaba perfecto en el jardín - me dijo la mujer. 
– Salía bien de precio - me dijo su marido. 
Bueno, he de reconocer su sinceridad y, eso sí, que, al menos, él era práctico… En realidad, sus respuestas podrían haber parecido irracionales y, de hecho, lo eran  pero, sin embargo, a la vez,  me lo aclararon todo. A los dos les importaba muy poco la vida que pudiera llevar ese animal lejos de su entorno natural y, menos aún, lo que pudiera llegar a sentir. 
Y, así, "Fede" pasó de vivir en libertad a hacerlo entre las vallas que limitaban su pequeño recinto… Primero a la vista de todos, bien cerca de la piscina y, luego, en el lugar más recóndito y escondido de la casa
Y es que la mujer descubrió que "Fede" olía. Parece una tontería pero, hasta ese momento, nunca lo había pensado… Sí, "Fede" olía y además ensuciaba. ¡Qué gran descubrimiento! Aterrada ante tal suceso, según me contó, ordenó su traslado inmediato a la parte trasera de la casa. 
Claro que, a esas alturas, a él lo mismo le daba. Sólo quería huir… escapar. Sentir cosas sencillas, ya ven… La hierba rozando sus pinchos -por cierto muy importante para ayudarle a desparasitarse- o el relente de la noche cayendo sobre su piel –fundamental, por otra parte, para su higiene- o la libertad de caminar sin rumbo y sin límite –esencial también para ejercitar su músculos-. En fin, esas pequeñas cosas que  hoy se llaman bienestar animal o, simplemente, ser feliz. 

Quizás por eso, el bueno de "Fede" todas las noches acudía fiel a su garbeo nocturno. Abría con sus dientes la puertecita de su jaula –porque sí, puede que sea un puerco espín y que tenga su parte torpona de erizo pero, no hay que olvidar que, también, tiene su parte de puerco o de cerdo, es decir,  una gran inteligencia-.
Así que, al anochecer, escapaba de su encierro y recorría la urbanización de lujo que rodeaba su vivienda… Siempre con la precaución eso sí, de volver al amanecer. Pero, poco a poco, empezaron a aparecer más y más gatos callejeros con afiladas púas clavadas en sus patas. Los vecinos estaban alarmados. ¿Qué extraño animal habitaría en el entorno?... Las leyendas y los rumores no tardaron en aparecer. Se hablaba de seres extraños, de monstruos de la noche.

Mientras tanto nuestro "Fede", ajeno a la tontuna humana, dormía durante el día plácidamente para retomar sus aventuras de gigoló al oscurecer.
Así hasta que, finalmente, un vecino lo descubrió una noche cuando despertó por los ladridos de  su perro y se lo encontró intentando lo imposible: morder la coraza de púas que protegía al bueno de "Fede".
Llamó entonces a la Policía y ésta, tras localizar a sus dueños, les pidió la documentación del animal. Pero, por supuesto, no existía. 
Comprado por Internet a precio de oro, "Fede" no era sino otra víctima más del tráfico ilegal de especies y de los pocos escrúpulos de algunas personas deseosas siempre de tener como animal de compañía a un ser vivo a  juego con el sofá, con salón o con el césped del jardín… 
En fin, lo de siempre, ¡porca miseria!

Fede vive actualmente junto a leones, tigres, monos y otros muchos animales en el Santuario de Animales Salvajes Arca de Noé situado en la Finca El Roal, Ptda. Almaixada, en Tángel, Alicante. 

30/11/14

Palabras que nunca debieron ser inventadas

Existen palabras que, sólo con oírlas, consiguen que, todo lo que creías importante hasta ese momento, deje de serlo… El  Cáncer es una de ellas. 

Verano del 2014.
Trece, quizás, catorce años recién cumplidos. A esa edad otros niños andan todo el día pensando en amigos o juegos de ordenador pero, él sólo tenía un sueño: llegar a ser mayor.  
Lo conocí hace unos meses. Me llamó su padre por teléfono y me contó su historia: 
<<Un día te piden autorización en el cole para una revisión médica rutinaria y tú firmas el papel a tu hijo sin pensar en nada más. Es normal, ¿no? Al fin y al cabo, lo mismo que todos los años... Pero, esta vez, tras verlo el médico, te llaman por teléfono y te piden que vayas a hablar con ellos y, sin que pronuncien una sola palabra más, en ese mismo instante te das cuenta que a partir de ese momento,  nada volverá a ser igual. 
 Hemos visto algo extraño - te dicen - No sabemos aún qué es pero, a priori, nos preocupa.
Luego vienen las pruebas… Una, otra, otra más…  Analíticas, estudios, muestras…  Y así, hasta que el diagnóstico final se va acercando poco a poco a ti. Y  un día llega tu médico y te lo explica como puede. Leucemia, nos dijo. 
En ese mismo instante tu mundo desaparece, se hunde. A partir de ese momento tu trabajo, tus problemas, tu vida tienen sólo un nombre: cáncer.
Y llegas a casa y, como puedes, enmascaras todo ante él  con una sonrisa.  
Y los días pasan a durar como años. Cada minuto se llena de pensamientos mientras, inevitablemente, lloras y lloras. ¡Si es sólo un niño!, piensas una y otra vez. 
Menos mal que, mientras los demás nos hundíamos,  afortunadamente, él siguió luchando. 
Y llegaron los tratamientos, las sesiones interminables de quimio y, finalmente, cuando parecía que perdíamos la batalla, llegó la esperanza de un posible trasplante. Fíjate, ayer nos llamaron. No me lo podía creer. Volví a llorar de nuevo pero, esta vez, de alegría. Teníamos la posibilidad de un trasplante para él  ¿Te imaginas?
Por fin nacía una oportunidad… Por eso ahora tenemos que marcharnos fuera en busca de ese milagro. Ya lo hemos arreglado todo pero, falta algo muy importante, falta nuestro perro. Él, como te puedes imaginar, no puede venir>>

Sentía la emoción de aquel hombre a través de sus palabras. Me contó que sin familia y sin nadie que se lo quisiera quedar, se había acordado de nosotros. Quería pedirme que le buscara una nueva familia, un nuevo hogar para él, no era seguro que pudieran volver a tenerlo y no querían que viviera en una jaula para el resto de su vida. Y, así, ese mismo día quedé con ellos en su casa y los conocí a todos. Fue muy emocionante. Recuerdo que me fundí en un abrazo con aquel chico que me recibió con su gorra roja y  su mejor sonrisa.
─ ¿Ves? - le dijo a su perro al verme -, ellos te cuidarán. Encontrarán un nuevo hogar para ti. ¡Pórtate bien, por favor! Tienes que ser tan buen perro como lo fuiste conmigo. Ya sabes que estaré fuera una temporada curándome y que no puedes venir… Pero, estarás bien ¡Seguro! 
El perro le miraba, probablemente, sin entender nada pero, durante aquellos instantes interminables,  pude sentir la infinita tristeza en los ojos de los dos al despedirse.
Y al final me lo llevé al albergue y, a partir de ese momento, empezamos a buscar una nueva familia para él… Pero, nunca hubo suerte. Nadie lo adoptó.
Tampoco supe nada más de su dueño durante meses hasta que, la semana pasada, de pronto, me llamó. 
Es curioso. Ya no lo sentí un niño como aquel día que lo conocí. Quizás no había pasado mucho tiempo desde entonces pero, supongo que sí muchas cosas, y aquel chico se había convertido  ya en un hombre. 
Me contó que estaba aún recuperándose pero que, poco a poco, se iba encontrando mejor. Quería tener alguna noticia de su perro, saber si estaba bien. No le dije nada. Le invité a que viniera al albergue y que nos viéramos en persona.
Mientras él llegaba fui a ver a su perro  pero, entonces, algo sorprendente pasó…  Al verme acercarme a  él, sin más, comenzó a ladrar y a saltar desde su jaula.  No sé cómo pero, creo que, de alguna forma, en ese mismo instante sintió que su dueño iba a venir a por él… Supongo que hay razones que sólo entiende el corazón.
Media hora más tarde ambos se reencontraron en el albergue y se fundieron en un abrazo  que, según me cuentan sus padres cuando hablo con ellos, aún no ha terminado.

Raúl Mérida

23/11/14

Visita el Arca de Noé de Alicante

Sólo Alicante tiene un Santuario de Animales Salvajes. No hay otro en toda Europa. Sin embargo, pese a su importancia, singularidad y cercanía, te sientes tan lejos de todo y de todos que, a menudo, te preguntas si alguien sabrá que existes y, sobre todo, si a alguien le importará.


Se llama Arca de Noé y realiza la labor de un Centro de Rescate que recoge y acoge desde leones a tigres pasando por pumas, monos, tortugas, mapaches, loros, águilas, serpientes y realmente, a cualquier otro animal que lo necesite.
Y como pueden imaginarse…  si poner en marcha el centro fue  en su día complicado, más aún lo es más mantenerlo sin recibir ayuda económica alguna.
Lo levantamos hace ya 7 años con los únicos medios económicos propios de una ONG, es decir, sin ninguno, pero, eso sí,  cargados de ilusión y de ganas.
El lugar elegido fueron las antiguas instalaciones de la perrera municipal de Alicante. Sobre sus construcciones pusimos en marcha la mayor operación de reciclado que jamás haya visto nuestra ciudad en toda su historia.
La antigua casa del conserje es hoy una oficina. La piscina de las hijas, un estanque para tortugas. La balsa de riego, un enorme aviario…  Y así todo.

Pero, si me lo permiten, les invito a conocernos.
Para empezar, nos encontramos entre Villafranqueza y Mutxamel, a la altura de la pedanía de Tángel. Es posible que le sorprenda que estemos tan cerca. En realidad, a nuestros vecinos, no. Ellos están ya acostumbrados a dormirse escuchando el aullido de nuestros lobos  y a despertar todas las mañanas entre rugidos de leones.
A la entrada de las instalaciones nos reciben varios carteles anunciando la labor que da sentido al centro y, una vez atravesada la puerta, lo primero que vemos  a la derecha es la antigua pista de entrenamiento de perros policías, que es hoy un recinto reservado para herbívoros donde conviven Doroteo -el emú- , Cayetana -el gamo- y numerosos conejos. Todos vivieron como animales de compañía hasta que fueron abandonados, se escaparon o a raíz de que el Seprona se los retirase a sus dueños.
Si seguimos a la izquierda, nos encontramos con los restos más evidentes de lo que fue la antigua perrera. Un buen número de jaulas pequeñas, hoy unidas y ampliadas en cuanto al espacio. En esa zona viven los mapaches y coatíes, animales hasta hace poco  vendidos en tiendas cuya comercialización, hoy en día, está prohibida. Todos recogidos abandonados, el último, por ejemplo, junto al campo de fútbol del Hércules.
Frente a ellos nos observan, entre divertidos y curiosos, los monos de Gibraltar. ¡Pobres víctimas del ser humano! Traídos del norte de África, donde los compran a 3 euros y son vendidos en el mercado negro de Europa a 3000.
Y, en los recintos cercanos, podemos encontrar un pequeño monito usado para robar carteras, las serpientes abandonadas por sus propietarios, los camaleones, las iguanas, los dragones barbudos… En fin, son tantos.
Si seguimos el recorrido y nos encaminamos por el arca hacia las jaulas del fondo, no tardaremos en  pasar junto a nuestros lobos ibéricos, o junto a las tortugas gigantes, los loros de diferentes especies, las águilas...
Y, detrás de todos éstos, por si aún fueran pocos, otro buen grupo de primates; la mona "Alejandrita" que se escapó de un circo, el babuino "Roco" rescatado de un vertedero de basura, otros procedentes de un parque que cerró o, junto a todos ellos, aquellos pobres macacos desdichados usados para experimentar en laboratorio.
Si seguimos andando, por fin, llegamos a la zona de grandes felinos…  Leones sacados de su medio para vivir en un piso, otros desahuciados por haber atacado a personas, algunos procedentes de zoos que cerraron,  tigres
abandonados por  circos, pumas a los que tenían como animales de compañía… e, incluso, hasta un león que vivía en una discoteca y que quedó para siempre ciego y sordo por el ruido de la música y los destellos de los flashes… En fin, sin comentarios.

Y ya ven,  siendo muchos todos esos animales, no son sino una pequeña parte de todos aquellos otros que pasaron por el Arca y que conseguimos  que hoy vivan reubicados en otros parques o, incluso, en algunos pocos casos, en libertad.
Todo eso sucede en Alicante, probablemente a pocos metros de su casa, en silencio, sin ayudas ni reconocimientos, sin dinero, sin recursos, con muchísimos problemas pero, con la clara vocación de seguir ayudando a los animales que lo necesiten... 
Ya ven, tan sencillo, tan simple y, a la vez, tan complicado como eso.

Nota: Más información en: www.fundacionraulmerida.es  o www.animalesarcadenoe.com



Raúl Mérida

16/11/14

21 razones para ladrar... o morder directamente

Sólo hay algo peor que tener razones de sobra para gritar o protestar y es tenerlas pero sin embargo... no hacerlo.


Sí, es posible que 21 gramos pese el alma. Al menos esa es la diferencia existente que, en 1901, encontró un investigador americano entre el peso de una misma persona viva y muerta.
Y sí, también es posible que sean 21 días lo que se tarda en que una conducta que repetimos forzadamente, se convierta en un hábito realizado de forma natural. Al menos eso fue  lo que afirmó en 1890 el investigador  William James.


Pero, lo que es seguro es que existen 21 razones, al menos, para ladrar, gritar, protestar o morder directamente… tantas como cada uno de los por ciento que suman el 21 de IVA que se aplica a la salud de nuestros animales.
Pero esperen, no se marchen porque hayan leído la palabra IVA y eso les suene, de entrada, aburrido. Sigan leyendo, por favor, intentaré ser claro y  llamar al pan, pan, y al disparate, disparate.

Bien, sigamos… 
Supongo que cuando hace un par de años a un grupo de supuestos expertos se les ocurrió la idea de subir el IVA que se aplicaba a la salud de los animales del 8 al 21 por ciento. Dicho de otra manera, cuando de un plumazo subieron las tarifas que pagamos por la salud de nuestros animales un 13 por ciento, lo debieron hacer porque, en la práctica, ninguno de ellos valoraba lo más mínimo la importancia que tiene la salud de nuestras mascotas ni, por otra parte, la repercusión que tiene ésta en la nuestra. Tampoco, por qué no decirlo, me imagino que debían tener una especial sensibilidad hacia el mundo de los animales de compañía.
Claro que, si es así, aún me inquieta mucho más. Porque, veamos, entonces… ¿quiere eso decir que el hecho de que el IVA aplicable, por ejemplo, a las revistas porno sea de un 3 por ciento o a las pelis X de un cuatro, es porque les gusta o les motiva el tema? El asunto, desde luego, tiene bemoles. En nuestro país se merece más un tipo súper reducido de IVA la pornografía, con todo lo que ello conlleva, antes que, por ejemplo, la salud de nuestros mejores amigos. 
¡Toma ya! 
Y no crean que, esto que les escribo, es un arrebato en nombre de todos los que tenemos animales y, por ende, tenemos que pagar más por ello. No, verán, es que además de considerarlo una falta de absoluta de respeto hacia ellos, estoy cansado de ver gente que llega hasta nuestros centros en busca de ayuda para sus animales porque no tiene materialmente dinero para curarles o atenderles debidamente, de verles  acercarse a abandonarlos porque, simplemente, no pueden pagar la cura de una enfermedad que padece su perro o su gato.
Evidentemente, entiendo y así siempre lo he creído, que es una responsabilidad tener a un animal de compañía y que, por supuesto, es importante tenerlo claro antes de adentrarse en la apasionante aventura de ser el mejor amigo de tu mejor amigo. Pero no hay que olvidar tampoco que la crisis ha hecho y hace estragos de forma general y que si encima te encuentras con que los de arriba creen que la salud de los animales es un lujo, pues entonces apaga y vámonos.
Me pregunto si todos ellos  no habrán caído en la cuenta que España era un país donde algunas enfermedades como la rabia estaban ya prácticamente erradicadas y que, sin embargo, en los últimos años de nuevo se ha dado algún caso. Habíamos avanzado tanto en que la gente se concienciara de la importancia de las vacunas, de los tratamientos, de acudir regularmente al veterinario… Y muchas cosas más. ¿Qué decir, por ejemplo, de la importancia que tienen hoy en día los animales en nuestra vida? ¿Y de los estudios confirmando que todos ellos son una fuente de salud para todos nosotros?… En fin.
Ahora, ya ven, con todo lo hecho, simplemente, han deshecho lo conseguido en las últimas décadas. 

Así que, sí, es posible que, como explicaba al principio, el 21, por alguna extraña razón,  sea un número simbólico, casi mágico, que marca algunos límites en la vida. En el caso de los  animales desde luego es así pero, negativamente. 
Su llegada marcó un antes y un después. Hizo patente la falta absoluta de respeto hacia éstos por parte de algunos de nuestros dirigentes y transformó para siempre  la salud de los animales  que, pasó de ser un bien a proteger, a un auténtico lujo para sus dueños.

Raúl Mérida

9/11/14

Frank en la jungla de Alicante

Muchas veces me han pedido que lo cuente y nunca lo he hecho pero, quizás, ahora ha llegado el momento.

Lo recuerdo perfectamente.  
Las semanas anteriores me había llamado varias veces de la productora Molinos de Papel, la misma que hace series como Callejeros, para conocer la labor que realizábamos desde nuestro Arca de Noé y grabar un pequeño reportaje. Días más tarde me confirmaron la visita. 

Es frecuente que, cada cierto tiempo, se pongan en contacto con nosotros algún medio de comunicación por alguna noticia o algún tipo de reportaje relacionado con los animales que recogemos en cualquiera de los centros pero, es cierto que, en el caso del Arca, lo es aún más. 
Al fin y al cabo, somos el único centro en España dedicado exclusivamente a la  acogida de animales procedentes del tráfico ilegal de especies, ya sea un león, un tigre o una pequeña iguana.

Sin embargo, en este caso, intuía que se trataba de algo especial pero no sabía qué.
Por aquel entonces, Cuatro había empezado a emitir una serie denominada Frank de la Jungla que contaba las aventuras y desventuras de un ex tenista profesional de permanente gorra en cabeza y zuecos de plástico rojo, un joven cámara y un escrupuloso reportero que, no contento con que todo le diera asco, se había metido junto a los anteriores en lo más salvaje de la jungla.
El equipo formado por los tres era, sin lugar a dudas, apasionante.
El caso es que Frank había sido descubierto meses antes, prácticamente, por casualidad. En uno de los Callejeros Viajeros grabados en Bangkok, Tailandia, unos reporteros quisieron sacar a españoles que vivieran por allí. Francisco Cuesta, hoy conocido como Frank, fue uno de los elegidos. 
Durante la grabación de aquel programa ocurrió algo que nadie esperaba. A Frank que, además de profesor de tenis es también miembro de una asociación para la protección de los animales, le avisaron de que una serpiente debía ser rescatada. Él acudió en su ayuda y todo fue grabado.
Cuando las imágenes llegaron a España y fueron vistas por Carolina Cubillo, la directora y alma máter de la productora, en ese mismo instante, en su cabeza nació Frank de la Jungla

Pero, sigamos con el relato interrumpido de aquella tarde de grabación en el Arca de Alicante, en Tangel-Villafranqueza.
A primera hora  un coche blanco llegaba hasta nuestra puerta. Recuerdo que estaba acabando una denuncia sobre un león que habíamos rescatado de un garaje  y que, a fuerza de no ver la luz, se había quedado ciego. 
Un compañero, desde fuera, me avisó:  ¡Ya estaban allí!. 
Mi sorpresa fue mayúscula al ver allí a Frank y a su famoso equipo. Eran ellos los que me visitaban y los que querían saber sobre la labor que realizábamos.
Sin embargo, quizás, lo más sorprendente ocurrió después. Tras saludarnos, Frank y yo empezamos a hablar y hablar y, la verdad, fue como si nos conociéramos de siempre. Parecíamos  dos viejos amigos poniéndose al día de todo lo que nos había pasado. Hablamos del trabajo, de la familia, de los amigos, de la vida.
De aquella grabación salió un programa de la serie La Selva en Casa pero, sobre todo, por encima del tiempo y la distancia, nació una relación de amistad para toda la vida.
Tras aquel día llegaron otros encuentros en Madrid, en Valencia…  
El caso es que la vida siguió  y, poco después,  seguimos colaborando en la solución de algunos problemas que le fueron surgiendo durante la grabación de aquella serie en España. Problemas sobre los que, además, el  tiempo y la justicia acabaron dándonos la razón. 
Sin embargo, la vida deparaba al bueno de Frank un último y durísimo golpe. Su mujer fue detenida recientemente  en un aeropuerto de Bangkok y condenada a 15 años de cárcel. Un auténtico mazazo. Pocos sabían que, en realidad, todo aquello había comenzado unos meses antes, cuando Frank y su ONG habían denunciado a una banda organizada que traficaba con tigres. Al parecer, fue uno de los miembros de dicha banda (por cierto, con numerosos contactos en el aeropuerto) el encargado de colocarle la trampa que más daño podía causarle. 
Yuyee, su mujer, sigue actualmente en prisión.

Supongo que todo esto que les cuento les parecerá algo lejano que sólo ocurre en la otra punta del mundo, algo que nos afecta pero, si hubieran hablado una sola vez con Frank, si le hubieran mirado a su ojos, si le hubieran visto cómo habla con todos las personas que se acercan a hacerse una foto a su lado, si hubieran compartido con él su absoluta naturalidad y normalidad, si lo hubieran visto madrugar muy temprano y tomarse un café del "lujoso" termo de un barrendero de Madrid porque los bares aún no estaban abiertos… En fin,  si simplemente un día hubiera salido de la pantalla de sus televisiones y se hubiera sentado en el sofá de su casa, se habrían dado cuenta que no es sino un niño grande con un corazón de oro.
Quizás por eso hay cosas que duelen tanto 
Ojalá dentro de poco haya justicia para su mujer.

NOTA: El Tráfico Ilegal de especies está entre los tres negocios ilegales que más dinero mueven en el mundo. Nosotros  desde nuestro Arca, en España, luchamos contra él.  Frank desde sus programas, en el mundo, lucha contra él.

2/11/14

Ver para no creer

Lo reconozco. Lo único que me asombra de verdad ya en esta vida es que la gente aún se asombre.
Sí, lo sé, sale en todas las noticias pero, vamos a ver… Que a un chavalote guaperas le dé por  alquilar coches negros y  ponerle sirenas azules mientras se hace alguna selfie con políticos de moda o con su amiga "la pechotes", podría parecer una clara muestra de que,  primero, en la escala del  mal gusto anda muy bien situado y, segundo, que en este país vale más una foto que una realidad, es decir que, lo importante, no es lo que eres, sino lo que aparentasEn fin, lo de siempre. Y conste que  el susodicho no parece ser tonto, sino al contrario, más bien listo y muy listo  porque, al parecer, todo no era  sino una presunta estafa para pedir a algunos empresarios dinero a cambio de que él y sus famosos contactos, les facilitaran el camino hacia lucrativos negocios

Fíjense, es curioso el tema, los antiguos estafadores siempre engañaban al "julai" –así se denominaban en el argot al inocente estafado- haciéndole creer que podrían ganar dinero fácilmente. El timo más clásico, por ejemplo, el del tocomocho, se basaba en la lotería, quizás porque hubo una época en nuestro país en que, la única forma de ser rico, era que te tocara la suerte. Las cosas han cambiado mucho. Hoy en España, al parecer, la suerte se llama corrupción e influencias.

Y ustedes se preguntarán a estas alturas y, con razón, qué tiene que ver todo esto con los animales. Pues verán, desde hace tiempo circulan por WhatsApp mensajes de todo tipo relacionados con animales que provocan en aquel que lo recibe, la lógica indignación, preocupación y hasta que el corazón se sitúe en un puño.
El otro día, por ejemplo, una amiga me pasó una foto en la que se podía ver a un caballo en un balcón. A su vez se la habían enviado a ella otra amiga y supongo que así, sucesivamente. La imagen era sobrecogedora y lo más fuerte es que al animal le situaban en un conocido barrio de Alicante. Quien me lo envió lo hizo verdaderamente angustiada por el sufrimiento del animal.
Inmediatamente nos pusimos varias personas a buscar dónde podría vivir aquel pobre caballo por si podíamos hacer algo por él. Y finalmente lo localizamos, sí,  pero en Polonia. 
No es que quite gravedad el hecho de que no esté en nuestro entorno más cercano pero, es cierto que todo resulta mucho más complicado.
El caso es que, cuando recibí la foto podría haber pensado que era raro que fuera por aquí pero, la verdad,  no me extrañó. Al fin y al cabo, hace años viví una historia parecida en localidad cercana a Alicante, donde un burro se había subido hasta un segundo piso huyendo de unos perros. Recuerdo perfectamente al animal. Al final hubo que bajarlo con una grúa porque, subir había subido pero, bajar  se negaba a hacerlo.
Quizás, por eso, ya nada me extraña.

Supongo que, al fin y al cabo, es lo mismo que el caso de El pequeño Nicolás. En este país que alguien se forre por tener influencias, poder o contactos es parte ya del putrefacto paisaje nacional, algo normal.
E igual ocurre con los animales. 
¿Qué un caballo vive en un balcón? Pues normal. 
Al fin y al cabo, en el Arca de Noé de Alicante, últimamente, hemos  rescatado a un mono de Gibraltar que vivía en una pequeña jaula de loro, a un león que tenían en la terraza de una famosa discoteca, a otro mono que mantenían siempre en el interior de una mochila, a varios tigres que vivían en un conocido vertedero de basura o a un hipopótamo abandonado en la plaza de un pueblo… 
En fin, lo dicho, todo muy "normal".


Raúl Mérida

26/10/14

Los gatos del cementerio

Apenas cinco o seis gatos conforman la gran familia que, desde hace años, viven en el cementerio de Alicante.  Ni uno más ni uno menos.

Por eso, podrían parecer pocos y de hecho, lo son. Sin embargo, para aquellos a los que molestan, al parecer, el número se convierte en una cifra infinita que los lleva en un sin vivir. No me extraña, al fin y al cabo, se trata del cementerio. 
Y, por supuesto, no, las protestas no provienen de aquellos seres cuyos restos descansan para siempre enterrados entre flores, mármoles y recuerdos. Esos, como pueden imaginarse, no dicen, literalmente, ni pío.
Son más bien algunos otros, vivos y muy vivos, los que llevan mal eso de que, en un cementerio donde habita la muerte, haya algo de vida.
Y digo yo: ¿Qué mal pueden hacer media docena mal contada de mininos? ¿Que hacen caca allá donde no deben? Pues, seguro... Ellos, los pájaros, las ratas, las ranas y hasta los humanos si el deber nos aprieta y una mala comida nos la juega. 
En fin que, puede ser y, en su nombre, les pido solemnemente disculpas por ello. 
Pero, sinceramente, no creo que sean precisamente los gatos los que molesten a aquellos que allí descansan. Más bien se me antoja lo contrario. 
Me imagino el aburrimiento eterno de todos nuestros familiares desde sus tumbas. El hastío, la soledad y el frío de las losas que los rodean. ¿No creen que si realmente algo se cuece desde sus encierros, se alegrarán de poder disfrutar de los juegos y carreras de tan alegres vecinos?
Por otro lado, a aquellos que visitamos a los nuestros allí enterrados, ¿qué molestia nos pueden ocasionar? 
Piénsenlo. Además, no olviden que  los gatos nos evitan la presencia de serpientes y roedores, tan comunes en sitios donde abunda el secano y el olvido.
Y, en todo caso, no me digan que no es un aliciente contemplarles, verlos tan inocentes como irreverentes, plácidamente tumbados sobre las plantas que adornan la tumba de aquel que, en vida, fuese tan serio o, por ejemplo, encontrarlos acurrucados bajo las placa que anuncia la muerte de aquel otro que, curiosamente, durante toda su vida siempre odió a los animales… Y no, no se preocupen en demasía por otros daños colaterales, les aseguro que el que fuera en vida alérgico a ellos y, ahora por desgracia yazca allí, no soltará estornudo alguno.
Sin embargo, por el contrario y bien mirado, sí es posible que esos niños que, por cierto, dentro de poco se verán envueltos por la fiesta de Halloween, les apetezca visitar el campo santo si saben que allí, además de sus seres queridos, hay gatos que les entretienen con sus juegos,  divertimentos y carreras… En fin, todo suma.

Por eso, cuando me llegan noticias de alguna  persona que se dedica, en nombre de Dios y la ley, a tirar la comida y cuanto cuenco de agua aparece ante sus ojos para abastecer a, tan escasa, controlada y esterilizada, población de gatos, y, encima, cuando, además de lo anterior y, siendo el asunto ya de por sí cruel con los animales, amenaza con múltiples denuncias a las pobres personas, la mayoría por cierto ancianas, que acuden a ver a sus difuntos y, ya de paso,  contribuir con un poco de pienso y agua a mantener dicha colonia… pues ¿qué quieren que les diga?  Supongo que, lo lógico ante tal caso, sería que la rabia diera paso al enfado y el enfado a la ira… Pero, fíjense que no, que por encima de todo lo anterior, el asunto me produce una profunda pena.
Sí, pena por los pobres animales que nada hicieron para recibir dicho trato. Pena por las personas que con todo su amor los cuidan… Y, pena también, por aquel que les tira la comida y el agua, porque, desde luego, lo que es seguro es que él jamás podrá descansar en paz.


Raúl Mérida


19/10/14

Excálibur era nombre de perro

Madrid. Miércoles 8 de octubre.


<<Hace días que no sé nada de mis dueños. Olisqueo la cama, el sofá, la ropa… Están todas sus cosas, sí, pero, ellos no están ¡Los echo tanto de menos! 
Sé que mi dueña marchó al hospital. Oí el sonido de la ambulancia que se la llevó. Estaba mal. Lo sé. Lo siento.  Llevaba días enferma. Apenas se acercaba a mí.
Menos mal que, al principio, mi dueño se quedó a mi lado aunque duró poco, un mal día él también se fue. Creo que no tuvo más remedio.  Llenó la bañera y varios  cubos de agua y pienso y se despidió de mí. 
Desde entonces, desde entonces aquí me quedé yo solo, esperándoles.
Es duro, muy duro. Los días pasan como si fueran  meses… Ya no sé qué pensar.
A veces, me asomo al balcón y ladro al aire por ladrar, por gritar mi desesperación. Lo extraño es que la calle siempre está llena de gente que me mira cuando salgo. No sé qué pasa. Intento, en la distancia, distinguir entre todos ellos  a algún conocido pero, no reconozco a nadie. Es curioso pero, sólo huelo en ellos el miedo.
Quizás sea porque hace días que todo me huele a miedo, a terror, a pánico. Nadie se acerca a mi casa. Nadie toca el timbre de la puerta. Nadie me llama… 

Pero, un momento, nadie hasta ahora… ¡No puede ser! ¿Qué ocurre?  ¡Hay alguien en la puerta! ¡Por primera vez se acerca alguien! 
Oigo ruido, sí. Estoy nervioso. Salto. Ladro. Mi rabo se vuelve loco de alegría… ¿Será mi dueño? ¿Quizás, sea ella?

Corro hacia la puerta. Ya veo la manivela girar… ¡Por fin se abre!
Pero… ¿Qué ocurre? ¿Quiénes sois?  
Hay varias personas en la entrada. No las conozco. Visten de blanco. No tienen cara ¿Cómo puede ser?  Sus ojos son gafas, su boca es tela. No huelen a nada.
Mi rabo se esconde entre mis patas. Tengo miedo. Hundo mi cabeza. Me enrosco sobre mí mismo de puro pánico… Les miro de reojo. Me llaman por mi nombre ¿Cómo lo saben? 
Yo, como buen perro, ante sus llamadas, me arrastro hasta ellos clavando mi morro en el suelo. Ellos  ni me tocan siquiera. No se inmutan. No hay caricias ni palabras cariñosas. Hablan entre ellos pero no les entiendo.  Me cogen con un lazo y, al vuelo, me meten en una urna de cristal y, rápidamente, cierran la puerta.

Yo ni me muevo. Me quedo quieto. Intento tranquilizarme. Pienso: ¡Nada malo ha de pasarme! Sólo soy un perro. No hice nada malo… ¿Quién sabe? Igual hasta me llevan con mis dueños.
Y por fin, sin apenas fuerzas por los nervios, me acuesto sobre el suelo de aquella fría caja, desconfiado pero, resignado a mi suerte. 
Bajamos en el ascensor. Lo he hecho miles de veces a lo largo de estos años pero, hoy todo es distinto.
Intuyo que nada volverá a ser igual.

Ahora, veo la calle donde tantas veces paseé. Ya estamos abajo.
La caja no me permite oler pero, sí oír y, de nuevo, oigo mi nombre. No puede ser, cientos de personas me llaman… ¿Todas ellas me conocen? No me suenan sus voces.
Me meten deprisa en una furgoneta. El vehículo arranca. 
Desde dentro les ladro a todos los que me llaman desde fuera. No sé si me oyen pero, en el lenguaje universal de los perros, les grito: ¡No me dejan salir amigos! ¡Esperadme que volveré pronto!
Siento, desde dentro, como la furgoneta se aleja a toda velocidad. ¿Dónde me llevarán? ¿Tardaré mucho en volver? ¿Qué querrán de mí?, me pregunto. 
No lo entiendo. ¿No os estaréis confundiendo? - le ladro al conductor - ¡Soy Excalibur! ¡Sólo soy un perro!>>.

Excálibur fue, finalmente, sacrificado en Madrid. No se le hicieron pruebas. No se le hicieron analíticas. El miedo del humano venció a la razón y a la ciencia. Nadie le perdonó. Excálibur había cometido un <<grave delito>> y debía pagar por él:  se había entregado cada día a una persona que, a su vez, se entregaba a los demás… ¡Pobre animal!  
¡Descanse en paz!



Raúl Mérida

13/10/14

El poder de una mirada

Cuando escuchó el sonido de la puerta de casa al cerrar, algo dentro de él, irremediablemente, se rompió para siempre.

Los minutos anteriores habían sido trepidantes. 
Su dueño, un hombre mayor lleno de achaques, se encontraba mal desde la noche anterior. Había intentado aguantar el malestar. Recurrió al arsenal de pastillas que cada día se tomaba pero, nada le hizo efecto. El fuerte dolor del brazo le pasó a la espalda y, desde allí, directamente al corazón.
Fue como si una flecha atravesara su cuerpo. 
Como pudo marcó los nueve números que le separaban de una ambulancia y,aguantó hasta que llegaron, sentado en una silla junto a la puerta.
Su perro se acostó a sus pies. Le miraba entre triste y preocupado. Servicial, como buen perro, estaba atento a cualquier cosa que pudiera necesitar su dueño.
Once minutos más tarde ya estaba allí la asistencia. 
El animal, como si supiera todo lo que estaba pasando, se escondió para no molestar. El hombre fue atendido allí mismo. Medicado, entubado, monitorizado… Lo tumbaron sobre una camilla. Desde el suelo miró a su perro y su perro le miró a él. Después  se lo llevaron para siempre. Nunca más volverían a verse. Supongo que la vida no siempre permite las despedidas.
Y aquel perro se quedó solo. 
¿Se imaginan como pasó las siguientes horas? Las primeras cuatro, olisqueó toda la casa. Las siguientes ocho, le buscó constantemente. 
Sonó seis veces el teléfono y las seis él contestó ladrando al sonido del aparato.  Llamaron tres veces a la puerta y las tres intentó abrir arañando la madera.
Y siguieron pasando las horas… 
Se agotó la comida y el agua de su cuenco.  Dejó de distinguir el día de la noche, la mañana de la tarde. 
Así, hasta que un vecino que lo oyó nos llamó. 
Llegamos con la policía y con los bomberos y, por fin,  pudimos sacarlo de allí. Aún recuerdo sus ladridos al vernos, sus lametazos al cogerlo, la alegría de su cuerpo… Pero, sobre todo, hay algo que nunca he olvidado. Tras la algarabía inicial, tras las fiestas y sus movimientos de rabo de lado a lado, de pronto, aquel perro se quedó quieto y me miró fijamente. No hubo más alegrías. Fueron unos segundos eternos.
Sé que los perros no hablan con palabras pero, también sé que lo hacen con miradas y con ese lenguaje infinito e invisible que les unen siempre a nosotros y juraría que, en ese mismo instante, recordó a su dueño y  me preguntó por él. 
Yo con mis ojos y mis palabras de humano, torpemente, como pude, sin querer hacerle daño, le dije que se había marchado para siempre.
Entonces su mirada se puso profundamente triste. Bajó los ojos al suelo. Lamió mi mano. Me dejó ponerle una correa… Y nos fuimos de allí caminando.
Los dos sabíamos que, a partir de ese momento, su vida nunca volvería a ser la misma.


Raúl Mérida